Cuando Juan Guaidó saltó de lleno al escenario político venezolano hace un año este jueves, era un joven y poco conocido político con un plan audaz. Aprovechando la furia de cientos de miles de venezolanos —y el apoyo de la comunidad internacional— trató de sacar a Nicolás Maduro del poder, crear un gobierno de transición y planeaba celebrar elecciones libres.
Durante los primeros meses, todo parecía posible. A medida que las protestas aumentaron, Estados Unidos y más de otros 50 países declararon Guaidó, el presidente de la Asamblea Nacional, el líder legítimo de Venezuela. En medio de sanciones cada vez más fuertes y tambores de guerra en Washington, diplomáticos estadounidenses prometieron que los días de Maduro estaban contados, que tenía un avión listo en el aeropuerto esperando para llevarlo al exilio en Cuba.
Si el primer año de Guaidó en el poder se trató de forzar un cambio político, su segundo pudiera ser mucho más delicado: tratar de navegar el menos una. quizás dos, elecciones que determinen si sobrevive o no.
Según la Constitución venezolana, la Asamblea Nacional que Guaidó preside debe celebrar elecciones este año, y eso está reviviendo un debate: ¿debe la oposición participar en un proceso injusto y viciado para tratar de retener algún poder, o debe boicotearlo completamente?
Winston Flores es un aliado de Guaidó y uno de 36 legisladores de oposición que vive en el exilio. Muchos huyeron después que los amenazaron con arrestarlos. Flores dijo desde Guatemala que está claro que Maduro está usando las elecciones legislativas para tomar el control del Parlamento, el último reducto de la oposición.
¿VOTAR O BOICOTEAR?
“Tenemos que explicar al mundo que cualquier elección convocada por un régimen no reconocido por casi 60 países es una farsa, es un fraude más cometido contra el pueblo de Venezuela”, afirmó Flores. “No estamos contra un liderazgo democrático, ni siquiera deberíamos considerarla una dictadura —porque una dictadura pudiera ceder a la presión— este es un régimen de delincuentes y criminales”.
La oposición ha boicoteado elecciones en el pasado, entre ellas la presidencial de 2018, los comicios a la Asamblea Nacional Constituyente en 2017 y las elecciones parlamentarias en 2005. En los tres casos, los leales al régimen ganaron por abrumadora mayoría, lo que debilitó a la oposición.
“Habrá elecciones legislativas lo mismo si la oposición participa como si no participa”, dijo Geoff Ramsey, analista de asuntos venezolanos de la Washington Office on Latin America, un grupo de estudios de la capital estadounidense. “Abstenerse por principio es una estrategia que ya se ha usado y que no ha beneficiado a la oposición”.
En su lugar, Ramsey alega que la oposición debe aprender de las elecciones presidenciales del año pasado en Bolivia, en que los candidatos participaron a sabiendas de que el presidente Evo Morales trataría de aferrarse al poder. Las alegaciones de fraude finalmente obligaron a Morales a renunciar y huyó a México.
En Bolivia, “la oposición estaba lo suficientemente organizada para documentar el fraude y probarlo al mundo y a los militares [bolivianos], y eso provocó una transición”, dijo Ramsey. “Pero muchos en la oposición [venezolana] no están interesados en eso. Hay voces cada vez más fuertes en la oposición que insisten en que han hecho todo lo posible en el país y es hora de que la comunidad internacional trate de solucionar los problemas”.
Maduro, de 57 años, llegó al poder en 2013 tras la muerte de su mentor y predecesor, Hugo Chávez. Maduro sostiene que los comicios de 2018 —condenados como fraudulentos por la comunidad internacional— le dan el derecho de gobernador hasta 2025. Su presidencia ha sido desastrosa. Más de 4 millones de personas han huido del país en medio de la pobreza y la persecución política. Pero Maduro ha logrado aferrarse al poder con el apoyo de las fuerzas armadas venezolanas, Cuba, Rusia, China y un puñado de otros aliados internacionales.
La reticencia de la oposición a participar en las elecciones con Maduro es comprensible. Durante los comicios presidenciales de 2018, la mayoría de los rivales serios de Maduro estaban presos o exiliados. Más recientemente, el 5 de enero, el régimen echó mano a sobornos y la prisión para reemplazar a Guaidó al frente del Parlamento. El plan, llamado Operación Alacrán, tomó un camino más oscuro la semana pasada. Cuando Guaidó y los legisladores opositores trataban de llegar a la Asamblea Nacional, fueron bloqueados por muchedumbres progubernamentales y uno de los autos en que iban recibió un disparo. Flores dijo que fue un claro intento de asesinar a Guaidó.
“Están haciendo todo lo posible para terminar de destruir la Asamblea Nacional”, dijo. “Pero si tenemos que escondernos para seguir trabajando, eso es lo que haremos. Encontraremos otras formas de resistir”.
Pero también hay amenazas desde dentro.
Si Guaidó, por cualquier razón, perdiera su cargo de presidente de la Asamblea Nacional, pierde también la justificación constitucional para alegar que es el presidente interino del país. Y eso no es imposible, dijo Ramsey.
“Al final de 2020 habrá una importante prueba para el liderazgo de Guaidó”, expresó. “Si pierde cualquier tipo de mandato democrático legítimo, existe el peligro de que la oposición regrese a sus posiciones y a su fraccionalismo, en que cada uno va por su propio camino.
ELECCIÓN PRESIDENCIAL
Pero la promesa de Guaidó al país no fue aferrarse al Parlamento, sino celebrar elecciones presidenciales libres y justas. Y eso puede determinarlo la disposición de Maduro de reducir su propio término al frente del gobierno.
Jesús Seguías, director de Datincorp, firma venezolana de análisis político, dijo que el primer año de Guaidó, en que trató de tomar el poder a la fuerza, e incluso convocó a las fuerzas armadas a un infructuoso levantamiento militar en abril, solo ha llevado a un empantanamiento doloroso. En momentos que Washington ha apretado la mano con sanciones contra individuos y sectores, los venezolanos han sufrido las consecuencias. Al igual que otros analistas, Seguías opina que Washington está listo para dar la vuelta a la página y presionar por elecciones legislativas y presidenciales simultáneas a finales de este año, y quizás incluso permita que Maduro participe.
“Una de las justificaciones para esta nueva estrategia es que es necesario romper la dinámica del fratricidio en Venezuela, en que ambas partes se han agotado mutuamente”, escribió Seguías.
Los encargados de la política estadounidense no han sido explícitos. Hace unos días, el secretario de Estado, Mike Pompeo, dijo que Washington está abierto a una “transición negociada rápida” con Maduro que lleve a un gobierno de transición y a nuevas elecciones. Pero también insiste en que la estrategia actual de usar “presión máxima” para obligar a Maduro a dejar el poder y convocar a elecciones, no ha cambiado.
“Pienso que la estrategia, en lo fundamental, está funcionando”, dijo el lunes a los reporteros tras una reunión con Guaidó al margen de una conferencia sobre contraterrorismo en Colombia. “Recuerdo que el entonces secretario de Estado Baker me dijo que antes que la Unión Soviética cayera nadie creía que la estrategia estaba funcionando. Y funcionó”.
Fuente: Nuevo Hearld